Dull roots with spring rain.
Winter kept us warm, covering
Earth in forgetful snow, feeding
A little life with dried tubers."
"Al que sin cesar se esfuerza por ascender... a ese podemos salvarlo". Goethe
Otoño. Las hojas pierden sus tonalidades verdes. Decoloradas ya, se tornan vulnerables al paso de Noto, quien con su lánguido paso las arranca de las ramas, sin esfuerzo. Es tiempo de ver a las hojas caer.
“Le ha llegado el otoño a su vida”, esta conocida frase se suele utilizar coloquialmente para referirse a una persona que está pasando por una etapa de decadencia. No obstante, esto no es así. Desde tiempos inmemoriales la estación de Otoño ha sido vista como una época de dialéctica muerte y nacimiento: caen las hojas de los árboles, pero esto dará paso a las flores y los frutos del verano.*
Arrancadas de las ramas, hojas de distintos matices van a dar al suelo, en un descenso subyugado a los caprichos del viento. El tiempo por su parte, se encargará de cicatrizar a las magras ramas. Será la misma naturaleza que sellará las heridas tras las hojas liberadas. Y, una vez curada las heridas, el árbol estará listo, las flores estarán listas a nacer.
Van Gogh
Por todo ello, la estación de Otoño es vista como símbolo de reflexión, de ensimismamiento e instrospección, de paciencia, de quietud, de mirar atrás para volver con fe la vista hacia la otra estación.**
Pero, por qué es justo en Otoño cuando nos sobreviene la reflexión. Yo hallo respuesta en el dolor que conlleva su dialéctica. A saber: es luego de un gran dolor que en nuestro ánimo gravita una gran tristeza. Y es esta tristeza que conlleva una sensación de inconformidad de nuestra condición y sus circunstancias. Al contrario de la felicidad que nos mantiene en un estado de anestesia mental, anestesia acaso placentera y dichosa pero, efímera.
En conclusión puedo anotar que el pensamiento deriva de la insatisfacción. Sin conflicto no hay conocimiento, escuché una vez de la dramaturga española Angélica Lidell. Sin conflicto no hay vida, leí alguna vez de Lou Reed.
*, ** T.S. Eliot: La búsqueda constante. María Estela Girardín, Vivian Alexandra Watson.
Fausto
Del espíritu humano, bien lo siento,
en vano acumulé tantos tesoros,
y cuando al fin descanso brusco,
ninguna fuerza nueva mana de mi interior;
ni en el grosor de un pelo soy más alto,
ni más cercano estoy de lo infinito.
Mefistófeles
Mi buen señor, vosotros veis las cosas
precisamente como se ven las cosas;
hemos de hacer eso de forma más sagaz
antes de que la alegría de vivir se nos escape.
¡Qué diablos! Manos y pies, cabeza y trasero
son, sin duda, tuyos;
pero todo aquello que gozo en el momento,
¿es por ello acaso menos mío?
Si puedo pagar seis corceles,
¿no son sus fuerzas las mías?
Voy que vuelo y soy todo un señor
como si tuviese veinticuatro patas.
Por eso, ¡fresco y lozano! ¡Deja en paz a tus sentidos
y métete dentro del mundo!
Una cosa te digo: un tipo que cavila
es como un animal al que, en árida estepa,
un espíritu maligno hace en círculos dar vueltas,
mientras una espléndida y verde campiña se extiende
alrededor.
Este pasaje fue tomado del libro Fausto de Johann W. Goethe
Traducción de Pedro Gálvez
Licecia editorial para BIBLIOTEX, S.L.
2000 MEDIASAT GROUP.
Con esta misma cita empieza un conjunto de cartas reunidas y editadas por Clara Rilke en el libro “Cartas sobre Cézanne”. En sus hojas, su autor, Rainer Maria Rilke, expresará sus reflexiones, tomando como paradigma la vida y obra del pintor francés, sobre la búsqueda del artista hacia lo que él denomina el ínfimo elemento básico que, en otras palabras, vendría a ser aquello que hace único la obra del artista. Lo que para los poetas es la búsqueda de la propia voz.
Para la consecución de este elemento, no existe mapa que dé con la ubicación de este preciado tesoro. No obstante, sí podemos descartar de entrada la principal distracción de todo artista: el mundo exterior. El mismo Cézanne, cansado de la bohemia parisina y con cuarenta años en su haber, decidió alejarse de todo ello y retirarse a su ciudad de origen, Aix-en-Provence, donde se impondrá un estricto reclutamiento.
Aislado del ajetreo insulso y los ruidos festivos de la sociedad parisina, Cézanne vivirá hasta sus últimos días en el campo, entregado a una férrea soledad y a su arte. Durante este tiempo Cézanne desarrollará el último periodo de su pintura, donde concebirá el mejor legado que ha dejado para el arte universal y la humanidad. Pero, antes de la creación de sus mayores obras maestras, el pintor se verá inmerso en un profundo ensimismamiento, donde hallará por fin la célula de su arte.
Autorretrato de Paul Cézanne (Museo: Jeu de Paume – Paris)
La crítica como ruido
Es precisamente en el acto de adentrarse en sí mismo, donde todo artista encuentra su propio derrotero y; en el mejor de los casos, logra llegar a su Ítaca: el significado último de su arte. Sin embargo, durante este angustioso, melancólico y, no por ello, menos hermoso viaje interno, el artista regresará varias veces su atención hacia el exterior en busca de reconocimiento y, peor aún, aceptación en la crítica.
Al respecto, el mismo poeta alemán nos dice en las “Cartas a un joven poeta” lo siguiente: para tomar contacto con una obra de arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el cual todo se reduce a unos equívocos más o menos felices. En este acto de volver los ojos hacia el exterior, el artista interrumpe, una y otra vez, la comunicación consigo mismo. Lo que en teoría de la comunicación es ruido, en el arte es la crítica.
Pero por qué no debemos prestar atención a la crítica. Por qué Rilke nos dice que no hay nada más equivocado en el arte que la crítica. Pues, al parecer Wilde tuvo la mejor respuesta: Lo que en realidad refleja el arte es al espectador. En efecto, lo que hace todo espectador, entre ellos el crítico, es una traducción de la obra de arte en base a la capacidad y el grado de sensibilidad de cada uno para percibir la belleza.
Por último, pongo un verso-consejo del poeta griego Constantine Kavafis escrito en su famoso poema Ítaca:
Conserva siempre en tu alma la idea de Ìtaca:
Llegar allí, he aquí tu destino.
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