jueves, 18 de marzo de 2010

La Ítaca del artista y la crítica


"De alguna forma, también yo he de llegar
a hacer cosas; no cosas corpóreas,
sino escritas: realidades surgidas
de la práctica del oficio.
De alguna forma, también yo he de hallar
el ínfimo elemento básico, la célula de mi arte,
para expresarlo todo..."

A Lou Andreas-Salomé, 10 de agosto de 1903
R. M. Rilke


Con esta misma cita empieza un conjunto de cartas reunidas y editadas por Clara Rilke en el libro “Cartas sobre Cézanne”. En sus hojas, su autor, Rainer Maria Rilke, expresará sus reflexiones, tomando como paradigma la vida y obra del pintor francés, sobre la búsqueda del artista hacia lo que él denomina el ínfimo elemento básico que, en otras palabras, vendría a ser aquello que hace único la obra del artista. Lo que para los poetas es la búsqueda de la propia voz.


Para la consecución de este elemento, no existe mapa que dé con la ubicación de este preciado tesoro. No obstante, sí podemos descartar de entrada la principal distracción de todo artista: el mundo exterior. El mismo Cézanne, cansado de la bohemia parisina y con cuarenta años en su haber, decidió alejarse de todo ello y retirarse a su ciudad de origen, Aix-en-Provence, donde se impondrá un estricto reclutamiento.


Aislado del ajetreo insulso y los ruidos festivos de la sociedad parisina, Cézanne vivirá hasta sus últimos días en el campo, entregado a una férrea soledad y a su arte. Durante este tiempo Cézanne desarrollará el último periodo de su pintura, donde concebirá el mejor legado que ha dejado para el arte universal y la humanidad. Pero, antes de la creación de sus mayores obras maestras, el pintor se verá inmerso en un profundo ensimismamiento, donde hallará por fin la célula de su arte.


Autorretrato de Paul Cézanne (Museo: Jeu de Paume – Paris)



La crítica como ruido


Es precisamente en el acto de adentrarse en sí mismo, donde todo artista encuentra su propio derrotero y; en el mejor de los casos, logra llegar a su Ítaca: el significado último de su arte. Sin embargo, durante este angustioso, melancólico y, no por ello, menos hermoso viaje interno, el artista regresará varias veces su atención hacia el exterior en busca de reconocimiento y, peor aún, aceptación en la crítica.


Al respecto, el mismo poeta alemán nos dice en las “Cartas a un joven poeta” lo siguiente: para tomar contacto con una obra de arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el cual todo se reduce a unos equívocos más o menos felices. En este acto de volver los ojos hacia el exterior, el artista interrumpe, una y otra vez, la comunicación consigo mismo. Lo que en teoría de la comunicación es ruido, en el arte es la crítica.


Pero por qué no debemos prestar atención a la crítica. Por qué Rilke nos dice que no hay nada más equivocado en el arte que la crítica. Pues, al parecer Wilde tuvo la mejor respuesta: Lo que en realidad refleja el arte es al espectador. En efecto, lo que hace todo espectador, entre ellos el crítico, es una traducción de la obra de arte en base a la capacidad y el grado de sensibilidad de cada uno para percibir la belleza.


Por último, pongo un verso-consejo del poeta griego Constantine Kavafis escrito en su famoso poema Ítaca:


Conserva siempre en tu alma la idea de Ìtaca:

Llegar allí, he aquí tu destino.


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